Los inicios de los balnearios de Barceloneta 5 (2)

Los inicios de los balnearios de Barceloneta 5 (2)

Las playas de Barcelona son el escape perfecto para los que viven y visitan la ciudad, especialmente cuando llegan los días de calor. Pero esta vida de ocio, de arena y mar que hoy nos es tan familiar y natural cada verano, no comenzó hasta hace poco más de 150 años.

Hoy viajamos al pasado para conocer cómo era “ir a la playa” en aquella Barceloneta.

Verano. Calor rondando los 30 grados. Sol que pica en la piel. Y un único deseo: entrar en el mar, fresco y reparador.

Después, descansar sobre la arena, oyendo el hipnotizante murmullo de las olas. 

Alrededor del mundo, la idea de “vacaciones” está siempre muy relacionada con una temporada al lado del mar. “Hacer playa”, relajarse o practicar algún deporte en o cerca del agua es lo que buscamos, cuando decidimos irnos a la costa para disfrutar de un merecido descanso.

Barcelona es una ciudad magnífica que ofrece a quien la visita arte, cultura, historia, gastronomía, noche… y playa!

Tiene ese privilegio, el de permitirnos escapar del ritmo de la ciudad para entrar en el mundo de los bañadores, las sombrillas, el sol, la arena y el mar, tan sólo con un viaje en metro o unos minutos de caminata.

Ahí, justo en el distrito de la Ciutat Vella, al ladito del casco antiguo, se encuentra la Barceloneta, nacida y crecida junto al Mediterráneo.

Y es ese mismo Mediterráneo la clave del pasado de Barcelona, de su crecimiento, de su apertura al mundo. El puerto fue el gran protagonista. Y la vida comercial de la ciudad giraba en torno a él. 

Imagen: Chimevapor

Pero no eran ésos años de bañistas u ocio en las playas. Eso llegaría mucho tiempo después.

Recién durante el siglo XIX, la sociedad descubrirá y convertirá en una actividad de ocio los baños en el mar. Y la Barceloneta será uno de sus escenarios principales.

Baños de salud

A fines del siglo XVIII e inicios del XIX se inicia una nueva “moda”: los baños de agua de mar caliente para su uso terapéutico y la playa como nuevo lugar de ocio.

Las clases más acomodadas comienzan a visitar, entonces, las zonas costeras de Francia e Italia… y llegan también a litoral marítimo de Cataluña.

Y, por supuesto, a Barcelona.

Ahora bien: cuando “van a la playa” no entran al mar a bañarse, como lo hacemos hoy en día. Eso era bastante poco habitual y, en todo caso, sólo practicado por las clases más populares.

Estos visitantes buscaban en las playas las casas de baños: establecimientos levantados en las cercanías al mar, donde se podían tomar baños en pica o pequeñas bañeras ubicadas en cabinas.

Esos baños podían ser de agua fría o caliente, extraída directamente del Mediterráneo. 

Ya hay registros en los años 20, del siglo XIX, de tres casas de baños en Barcelona. Una de ellas, justamente en la Barceloneta. 

Se lo conocía como Can Solé, porque estaba ubicado en el huerto que llevaba ese mismo nombre. Abría sus puertas desde el 10 de junio hasta finales de octubre y dependía de la Casa de Caridad.

Ofrecía baños de agua dulce y salada, fríos y templados y con el paso de los años, sería ampliado y se mejorarían sus instalaciones. Por ejemplo, las picas realizadas en mármol, un salón de descanso y un café. 

Como estaba alejado del centro de la ciudad, y atravesar la Barceloneta en aquellos tiempos no era tan “turístico” como ahora, se incluyó también un servicio de transporte propio desde la hoy Placa d’Antoni Maura, que se conocía como de Sant Sebastià, hasta la casa de baños. 

Equipos de hidroterapia, una máquina de vapor para captar el agua de mar, un jardín con manantiales y hasta una terraza con vistas al mar, fueron servicios que se fueron sumando ya llegada la mitad del siglo XIX. 

Pero Can Solé no estará solo. Durante las décadas del 50 y 60 del mil ochocientos otras casas de baños irán abriendo sus puertas, como el Astillero o Sant Miquel.

De arquitectura neoclásica, estos establecimientos disponían de un vestíbulo o salón desde el que surgían dos alas: una de hombres, y la otra de mujeres. Un pasillo las separaba, a lo largo del cual se encontraban las cabinas con las bañeras de mármol o madera. 

Para 1861 llegará el cierre definitivo de Can Solé, cuando se compren sus instalaciones para ampliar las de La Maquinista Terrestre y Marítima, una importante empresa metalúrgica ubicada en la Barceloneta, y de la que queda aún hoy huellas en el barrio: una de sus calles lleva su nombre (La Maquinista) y está en pie aún el arco de ingreso a la fábrica.

Los Baños Orientales

Para la misma época en que desaparece Can Solé, se comienzan a instalar en las playas las primeras casetas y barracas. Éstas se montaban y desmontaban cada verano. Las infraestructuras irán creciendo y sumando más servicios a los usuarios, como restaurantes, baños flotantes y equipos para realizar gimnasia.

En 1870, ir la playa tiene cada vez menos que ver con la salud y más con el ocio, el cuidado del cuerpo y la práctica de la natación.

Es en ese contexto en el que surgirán los baños más importantes de Barcelona: los Baños Orientales. Reconocidos como los mejores de España y uno de los más importantes del continente, se levantaron en 1872 siguiendo el proyecto del arquitecto August Font i Carreras.

Consistía en un edificio con aires neoárabes que contaba con 50 bañeras, debidamente separadas entre hombres, mujeres y familias. El lujo se dejaba ver, por ejemplo, en materiales como el mármol de Carrara en las instalaciones de hidroterapia. 

Para el año 1876, se decide agregar un sector de oleaje que se adentraba en el agua. Esta sección se protegía con una estructura de madera y permitía que los bañistas pudiesen realizar acrobacias gimnásticas y natatorias en el agua.

Un año más tarde, se inauguran dos piscinas cubiertas de 20 metros de largo, que llegaron a ser iluminadas con la reciente electricidad llegada a Barcelona a fines del siglo XIX.

Y, como no podía ser menos, contaban además con un servicio de tranvía (primero tirado por caballos, y más tarde electrificado) para unir el centro de la ciudad con los famosos baños.

Barceloneta ha cambiado mucho desde aquellos lejanos años. Y el frente marítimo mucho más. Ya no hay casas de baños e ir a la playa es más democrático y popular que nunca.

Han cambiado las maneras, las ropas, los usos y costumbres. Pero es curioso imaginar, mientras se está recostado en la playa escuchando el romper de las olas (y algún que otro vendedor de “cerveza-beer”), esos tiempos en los que nacía esa afición que hoy en día es un placer de muchos.

Fuentes: Barcelona.cat / UB.edu / OldBCN / Wikipedia / enricsagnier.com / justicia.gencat.com / veodigital

HOY VAMOS A: LA COVA FUMADA (Barceloneta) 5 (1)

HOY VAMOS A: LA COVA FUMADA (Barceloneta) 5 (1)

Auténtico y único, este bar/restaurante que ya es parte de la vida e historia del barrio es el lugar perfecto para disfrutar de sabores intensos, de una “bomba” legendaria y del mejor ambiente, que no te hace dudar de que has llegado a la Barceloneta.

Hay un detalle de La Cova Fumada que dice todo sobre ellos: en su fachada, a diferencia de todos los bares y restaurantes que uno puede salir a buscar, no hay ningún cartel.

Nada de letras coloridas y llamativas que nos digan qué ocurre ahí dentro. Nada que indique que ahí, detrás de esas puertas de aspecto antiguo y madera pintada de marrón oscuro, está la famosa Cova Fumada.

Y es que, sencillamente, no lo necesitan.

Los que viven en el barrio, saben perfectamente dónde está. Y los que vienen de más lejos, si la conocen es porque alguien les hizo llegar el dato, alguien los llevó o se los recomendó. Y con eso ya es suficiente. 

Acómodese donde pueda

La Cova Fumada se llena de gente, siempre.

Vecinos del barrio, de toda la vida, que desayunan o almuerzan aquí. Barceloneses que saben que una visita a la Cova es plan que hay que repetir más de una vez en la vida. Y turistas, de todos los rincones, que se enteran que aquí se esconde una joya gastronómica y llena de historia.

Nadie se lo quiere perder. Así que si es necesario (especialmente si se llega después de las 13hs.), se hace fila y se espera afuera, hasta que se libere alguna mesa (o espacio) que nos permita entrar y disfrutar de unas buenas tapas, acompañadas de una cerveza fría, o un vino de la casa.

El lugar es pequeño.  

Muy pequeño. Una barra a la izquierda, donde siempre hay más de uno que, en lugar de esperar una mesa, disfruta de su bebida y comida ahí mismo. También a la izquierda, pero un poco más arriba, los barriles de vino. 

Luego las mesas, ésas de mármol y patas de hierro que ya son un pequeño viaje en el tiempo, se reparten en los pocos metros cuadrados del salón. Que permite tan pocos asientos que sólo llegando a las 11 de la mañana, puede uno (quizás) elegir dónde sentarse. Más tarde, simplemente se agradece haber encontrado un lugar que ocupar.

Incluso, se puede llegar a compartir la mesa con otros, si es necesario. Es más: aunque tengas una mesa para vos sólo, están tan cerca unas de otras que se tiene la sensación de formar parte de una gran comida familiar.

Y finalmente, a la derecha del local, el lugar donde la magia ocurre: la cocina y sus fuegos.

Abierta al salón, es tan pequeña como el resto del lugar. Pero no se detiene nunca. Es un ir y venir de platos e inunda todo de los mejores aromas posibles. Es casi hipnotizante verlos trabajar al ritmo que lo hacen, porque una vez que La Cova Fumada abre sus puertas, los pedidos no dejan de llegar. Y sus platos, no paran de salir.

El origen del nombre

De esa cocina le viene el nombre a este lugar ya mítico de la Barceloneta; al parecer hubo un tiempo en que no había suficiente ventilación. Por eso que esta antigua bodega, llamada con cariño “cueva”, se encontrase casi siempre llena de humo…es decir, “fumada”.

Y de ese bautizo ya han pasado más de 75 años.

Tres generaciones de una misma familia han mantenido viva la historia y la vida de la Cova. Es muy poco lo que ha cambiado desde sus inicios: la barra de mármol, las viejas puertas y hasta la pizarra donde se pueden leer las propuestas del menú siguen estando tan presentes como su gente.

Estas paredes están a años luz del glamour y del “diseño”: aquí lo que vale es lo verdadero, lo auténtico, lo que cuenta el paso del tiempo. La esencia se ha mantenido inalterable y se agradece.

Ir a la Cova es sentirse parte de algo más grande: de la historia de un barrio, de la vida de sus gentes, siempre disfrutando de esos mismos sabores, porque son los que nunca fallan.

En 1944 este negocio familiar abrió sus puertas. La Barceloneta con su identidad de mar y pescadores fue el marco perfecto para este bar de tapas que haría de los pescados y mariscos bien frescos los protagonistas de su carta. Pero sin dudas, la gran estrella es la “bomba”. 

La (famosa) Bomba

Fue María, la abuela de los hoy dueños de la Cova, la genial creadora de esta delicia que, con el tiempo, intentó replicarse en más de un lugar. Pero hay que decirlo: la bomba de la Cova Fumada es única, porque entre el puré de patata, el relleno de carne y sus dos salsas (alioli y una roja bastante picante) se esconde un ingrediente secreto que ni la CIA podría desentrañar.

Cuenta la leyenda que fue un vecino del barrio, Enric, el que le dio el nombre sin quererlo. Al probar este manjar exclamó: “Esto es la bomba!”. Y lo demás, es historia.

Hoy, los hermanos Josep María y Magí Solé, llevan adelante esta herencia de familia: el primero, recibe en la puerta a los clientes y se encarga de llevar adelante la lista de espera. Atento en su trabajo, nunca olvida a nadie y hace malabares para encontrarle un lugar a todos. Magí, por su parte, ocupa su lugar en la cocina junto a la madre de ambos, Palmira, y su hijo Guillem

El resto del personal es siempre el mismo. Uno tiene la sensación de que si alguno de ellos faltara, la Cova no sería la misma. Todos son piezas fundamentales de un engranaje que funciona a la perfección.

Insistimos: el ritmo en este lugar es de no parar. Entre el bullicio de las mesas, no sabemos cómo, pero ellos logran sacar cada plato, encontrar un espacio para un nuevo comensal, servirte tu copa y todo, a una velocidad que más de un restaurante de comida rápida envidiaría. 

Qué comemos?

La pregunta en realidad debería ser: que NO comemos? Porque todo está tan bueno que uno quiere pedir la pizarra entera. Pero hay que controlarse. Igual, siempre se puede volver.

Ya hablamos de la bomba: así que sería pecado mortal no pedirla. 

Seguimos por los pescados y mariscos: el bacalao con su salsa de tomate es la gloria; el pulpo marinado tiene uno de los sabores más intensos y deliciosos que hayamos probado y el calamar a la plancha, con el ajo y el perejil, siempre nos tienta con su exterior dorado y crocante y tan tierno a la vez.

Si estos no te convencen, también hay mejillones a la marinera, calamar encebollado, gambas, navajas, buñuelos de bacalao… todo fresco y delicioso.

Dejando de lado los productos de mar, siempre vale una ensalada (la rusa o la de tomates y cebollas) o los garbanzos con morcilla que son un golazo.

Para beber, es sencillo: cerveza o vino (tinto o blanco) de la casa. Este último, servido en jarra y algo frío, por lo poderoso, convoca siempre a una buena y reparadora siesta.

Las raciones no son gigantes pero están a buen precio. La idea es que puedas probar un poco de todo. La premisa siempre es esta: cocina popular a precio popular. En todo caso, la cuenta final dependerá de tu capacidad de control para no pedirte todo lo que hay.

En nuestra vida barcelonesa, la Cova Fumada es ese lugar al que siempre queremos volver. Y siempre lo hacemos. Sobre todo con amigos.

Tiene ese poder maravilloso de hacernos quedar bien, cada vez. De hecho, con algunos se ha convertido en ritual y visita obligada cada año que vienen a Barcelona. No se pueden volver a casa sin que haya un almuerzo en la Cova Fumada. Y si podemos, repetimos.

Todo es alegría y esa sensación increíble de que se está viviendo lo bueno de la vida. 

Tip: si  bien te dejamos a continuación los horarios, te dejamos este dato importante. Si querés asegurarte entrar a la Cova, el horario ideal es alrededor de las 12hs. Ya después de las 13hs, no hay más opción que la lista de espera. Y asegurate de esta anotado: cuando a las 15hs se cierran las puertas, el que no está en la lista ya no entra.

Muy cerca de La Cova Fumada están las playas de Barceloneta enterate de la historia y datos curiosos de estas playas en este artículo.

No dejes de visitarlos en:

LA COVA FUMADA

Carrer del Baluard 56, Barrio de la Barceloneta

Teléfono 932 21 40 61

Horario: De lunes a viernes, de 09:00h a 15:00h.

Jueves y viernes también de 18:00h a 20:00h.

Sábados de 09:00h a 13:00h.

Link: Web / Instagram / Facebook

Pin It on Pinterest